Comida poca, y sólo para aliados. Es esa la política de Nicolás Maduro para forzar a la población hambrienta, más vulnerable, de Venezuela, a adherirse a su impopular gobierno.
La retórica oficialista continúa la misma: la culpa de la crisis económica del país, que ha desatado otras crisis, es del imperialismo liderado por los Estados Unidos de la crisis Donald
Las sanciones, los embargos económicos impuestos por los Estados Unidos, ayudan, sin duda alguna, a agravar la crisis interna venezolana. Pero siempre vale recordar que el drama es muy anterior a estas medidas restrictivas.
En 2013, no había embargo económico, Venezuela recibió 760 mil millones de dólares con la venta de petróleo, pero fue exactamente el año en que comenzó la crisis.
Parece costar caro a la izquierda admitir, por ejemplo, que existen en sus cuadros malos gestores. Y Nicolás Maduro es el mayor ejemplo de ello. No tiene el mínimo de capacidad.
Con el predecesor Hugo Chávez, el país llegó a crecer un 8,5 % al año. Maduro no tiene el mismo talento ni la misma habilidad de su líder político. Y con él, el país se sumergió.
Venezuela es un caos. Es un país destrozado, sin economía, y que pierde la mayoría de sus mejores cuadros técnicos para el refugio en el exterior. Exporta, GRATIS, capital humano.
A los que quedan, la supervivencia depende del nivel de convivencia con el estado. Y así, los empresarios aliados y cercanos viven bien. La casta del entorno del poder no tiene que quejarse.
Quien vive situación de penuria es la gente simple, dependiente de una miserable cajita con dos kilos de arroz, dos kilos de fideos, dos kilos de harina de trigo sin gluten, 500 gramos de café, un paquete pequeño de leche y alguna proteína Animal.
Las cajitas clap (Comités locales de suministro y producción) son distribuidas por militares. En la mayoría de los casos, dado el alto nivel de desempleo o el bajo salario mensual, equivalente a 20 reales, son los únicos alimentos para pasar el mes.
Quien es identificado como de oposición, no recibe la cajita de los clap. Es poco y para pocos. Sólo recibe quien reza la cartilla oficialista. El opositor es para morir de hambre
El Venezolano aprendió a hacer milagro. Se reinventa para llevar más comida a casa. Vende pan, pastel, lo que puede, en las señales de tránsito, cuando logran sortear la vigilancia de los militares
El número de personas llorando en la calle, con hambre, es algo aterrador, como también asusta ver militares tomando los productos a la venta en las señales de tránsito, en un país donde la falta de agua y de energía es diaria y compromete la calidad de Vendido.
La desnutrición ya alcanza más del 90 % de la población del país, dueño de la mayor reserva internacional de petróleo y que explora hoy menos del 20 % de lo que producía seis años
Un país rico en petróleo, con un territorio que tiene la cordillera de los andes, la selva amazónica, la mayor cascada del mundo (salto angel) y el mar del Caribe, sería naturalmente uno de los paraísos sobre la tierra
En Venezuela, el pecado es que existe una oposición que no se entiende, un pueblo que el gobierno enseñó a ser dependiente y a no trabajar y políticos que ocupan el poder en beneficio propio e insisten en luchar contra la naturaleza.
Si dejaran que el país fuera conducido por buenos gestores y respetaran la condición de país naturalmente rico, los dueños del poder en Venezuela estarían viviendo y viendo a su pueblo vivir naturalmente bien.
Comentarios sobre este post